El binomio pandense logró la victoria en el certamen nacional
El desarrollo del “Rally del Atlántico” a nivel de los participantes uruguayos fue sumamente atractivo, con varios binomios que cumplieron una destacada labor, teniendo un infartante final, en el que a falta de una sola prueba especial por disputarse, los líderes, Santiago Cigliuti y Wilson Correa le llevaban solamente ocho décimas de ventaja a sus escoltas, José Levy y Gustavo González.
En la primera etapa disputada el sábado, el liderazgo de la carrera corría por cuenta de Gabriel Beltrán y Andrés Fripp, quienes festejando su anticipada consagración como campeones nacionales, salían dispuestos a dar espectáculo, como es habitual en el aguerrido piloto coloniense, buscando cerrar el año con una nueva victoria en el certamen nacional.
A lo largo de las seis pruebas especiales disputadas el sábado, Beltrán y Fripp se convirtieron en los líderes excluyentes, marcando el ritmo de carrera, mostrando las bondades y eficacia de su labor y cerrando la jornada con una ventaja de 42 segundos sobre sus escoltas que eran Rodrigo Zeballos y Sebastián Dotta. En el tercer lugar, a casi dos minutos de los líderes quedaban Cigliuti y Correa. Más atrás se ubicaban José Levy y Gustavo González, que marcaban su retorno a la actividad, seguidos por Juan San Martín y Francisco Vitta.
El comienzo de la segunda etapa mostraba cambios significativos en la posición de privilegio, porque Beltrán y Fripp pinchaban, perdiendo varios minutos y terminaban abandonando.
Al cabo de la primera prueba especial del domingo, Zeballos y Dotta pasaban a encabezar las posiciones, escoltados por Cigliuti y Correa. Levy y González subían a la tercera posición, colocándose a tres segundos de los escoltas.
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En el segundo tramo, Zeballos y Dotta se consolidaban como líderes, mientras que Levy y González pasaban al segundo lugar, sacándole cuatro segundos de ventaja a Cigliuti y Correa, dando lugar así a un muy interesante duelo por la posición de escolta.
La segunda pasada por el tramo del “Bull Dog” volvía a tener gran importancia en el desarrollo del rally, porque Zeballos y Dotta pinchaban, cambiaban la rueda y perdían el liderazgo del rally a nivel local, quedando muy retrasados.
De esa manera, los pandenses Cigliuti y Correa heredaban la primera posición, escoltados a 5.5 segundos por Levy y González. En el tercer lugar aparecían Enrique Pereira y Antonio Piñeiro, seguidos por San Martín y Vitta.
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Las dos últimas pasadas por el tramo del “Penitente” iban a ser fenomenales, definiendo al ganador del Trofeo “Ricardo Gorbarán”.
En la penúltima prueba especial del rally, Levy marcaba un tiempazo, descontándole la mayor parte de la ventaja que le llevaba Cigliuti.
La ventaja del pandense al trinitario se reducía a solamente ocho décimas de segundo.
Si en cualquier tramo de cualquier rally se puede esperar una definición agónica y apasionante con una ventaja tan exigua, qué se podía decir de lo que podría llegar a ocurrir en esos poco más de 16 kilómetros de recorrido que iba a tener la tercera pasada por el “Penitente”, la última de la competencia, con los dos binomios jugados al todo por el todo.
El final se presentaba espectacular e impresionante. En la primera pasada por el “Penitente”, Levy le había ganado a Cigliuti por 6.5 segundos. En la segunda, el trinitario también había prevalecido por 4.7 segundos. De seguir en esa senda, el trinitario podría llegar a ser el vencedor.
Y ahora llegaba el momento de la definición.
Era al todo o nada, sin margen para el error o la duda, ni para la especulación.
Cigliuti y Correa “volaron”, casi que “aplanaron” la sierra, jugándose por entero en cada curva, en cada repecho, en cada bajada. Impresionante, realmente el accionar de los pandenses, que marcaron un tiempazo de 9 minutos, 54 segundos. Cómo habrá sido su andar endemoniado que fueron los únicos uruguayos que a lo largo de las tres pasadas lograron bajar la marca de los 10 minutos en el “Penitente”, siendo superados solamente por los paraguayos.
Así le sacaron finalmente 13.9 segundos de ventaja en la clasificación general a Levy y González para adjudicarse la victoria. El trinitario no pudo volver a repetir sus muy buenos registros de las pasadas anteriores, estando incluso casi seis segundos arriba de su mejor tiempo.
Una victoria épica, increíble por la paridad que hubo en los tramos finales del rally, por el formidable escenario, con una lucha sin cuartel y en la que salieron airosos, con un andar veloz, prolijo y contundente.
Una victoria que tiene un sabor y varios ingredientes muy especiales, que realzan el éxito.
Porque Cigliuti y Correa son de los pocos exponentes de una especie que va en claras vías de extinción: la de los mecánicos que preparan su propio auto de competición en su propio taller. Con esfuerzo y dedicación. Con sacrificio y alegría. Con amor y pasión. Sin grandes apoyos ni aportes publicitarios, sin una gran infraestructura y sin una gran cantidad de años de experiencia.
Y allí, en ese XXII “Rally del Atlántico” han logrado su victoria más resonante. Su triunfo más anhelado. Su éxito inolvidable.
Porque si bien ya saben lo que es ganar una fecha por el certamen nacional, porque ya saben lo que es ser campeones nacionales y porque llevan la pasión “tuerca” en su sangre y en sus genes, tienen bien claro que un triunfo en el “Atlántico” es distinto, es diferente, es supremo, al haber sido logrado nada más ni nada menos que en la “Catedral del Rally” y en la forma que lo lograron, peleando segundo a segundo, décima a décima hasta el mismo final.
Levy y González fueron dignos escoltas, marcando una muy destacada gestión en su retorno a la actividad.
El tercer escalón del podio fue para Pereira y Piñeiro, cerrando positivamente una temporada que no les fue mayormente favorable.
En la categoría RC2NN, Eduardo Capel y Martín Villete fueron el único binomio que logró llegar al final de la competencia, alcanzando de esa manera la victoria, a lo que hay que agregarle la obtención del certamen nacional de la categoría.
Al comienzo del rally, fueron Diego Elola y Pablo Lozano los líderes, escoltados por Capel y Villete, hasta que en la cuarta prueba especial se produce el abandono de los líderes, quedando el camino libre para la consagración de Capel y Villete.