Lewis Hamilton (Mercedes) ganó este domingo el Gran Premio de Gran Bretaña disputado en el autódromo de Silverstone, en lo que fue la décima fecha de la temporada.
El piloto británico obtuvo su octavo triunfo en esta competencia, un triunfo que, más allá del propio valor que tiene, será recordado por lo acontecido en la primera vuelta, cuando Hamilton intentó superar al líder de la carrera, Max Verstappen (Red Bull).
En la novena curva del circuito, el auto del inglés golpeó con su parte delantera izquierda a la parte trasera derecha del auto del holandés, que salió disparado por la leca, hasta impactar duramente contra las gomas que cubrían el muro, destrozándose totalmente la parte derecha del monoposto, afortunadamente sin consecuencias físicas para el piloto.
Sin dudas fue una maniobra sumamente arriesgada y peligrosa, en un sector del circuito en el que los bólidos llegan circulando a casi 300 kilómetros por hora.
Indudablemente el resultado podría haber sido otro, mucho peor, seguramente, pero por fortuna los elementos de seguridad funcionaron perfectamente, impidiendo que Verstappen sufriera lesiones de gravedad, o, al menos, eso fue lo que pudo verse cuando salió del auto destrozado y se fue caminando rumbo a la ambulancia para ser trasladado a un hospital con la finalidad de realizarle los correspondientes exámenes.
La carrera se detuvo con bandera roja para retirar al piloto holandés y los autos fueron a boxes, donde el equipo Mercedes aprovechó para reparar los daños sufridos en el de Hamilton.
La gran incógnita era saber qué iba a pasar con Hamilton, si iba a ser penalizado (podría llegar incluso a ser excluido) o se le pondría una penalización menor.
Con 48 vueltas por disputar se relanzó el gran premio, con Charles Leclerc (Ferrari) liderando la grilla de partida, porque luego de la incidencia entre Hamilton y Verstappen, el monegasco había quedado primero en la pista. Hamilton largó desde la segunda posición, seguido por Lando Norris (McLaren), Valtteri Bottas (Mercedes), Daniel Ricciardo (McLaren) y Fernando Alonso (Alpine).
Finalmente, las autoridades de la competencia decidieron penalizar a Hamilton con diez segundos, los que el inglés cumplió al ingresar a boxes para el cambio de neumáticos.
De ahí para adelante, fue otra carrera. Leclerc lideraba, con Hamilton ubicado en el quinto lugar, a 35 segundos del líder.
Cuando fue el turno del monegasco de cambiar neumáticos, retornó a la pista manteniendo el primer lugar, con Bottas como escolta, a seis segundos, seguido por Norris. Hamilton estaba cuarto, a 13 segundos del líder.
A partir de ese momento el británico comenzó un furioso ataque, que lo llevó a colocarse como escolta de Leclerc cuando faltaban poco más de diez vueltas para el final del gran premio.
A medida que transcurrían los últimos giros, Hamilton limaba la diferencia en forma constante, hasta que faltando pocas vueltas se ubicaba a un segundo del monegasco. Los últimos giros fueron apasionantes, con Hamilton atacando y Leclerc intentando mantener el liderazgo.
En la vuelta 50, Hamilton logró su objetivo, superó a Leclerc y se fue rumbo a la victoria, escoltado por el monegasco, mientras Bottas terminó en la tercera posición.
El británico se mostró eufórico por su triunfo. Un triunfo que dejó un cúmulo de dudas, una gran cantidad de interrogantes y mucha, mucha bronca en una enorme cantidad de aficionados por lo que fue la penalización aplicada a Hamilton en la incidencia con Verstappen.
Una incidencia que, reiteramos, fue de extrema peligrosidad para ambos pilotos y, por qué no, pudo haber acarreado duras consecuencias también para quienes venían detrás, porque la carrera recién se había largado. Una maniobra que, para muchos, es una simple “maniobra de carrera”, como tantas que se dan en el automovilismo y que puede explicarse solamente por el apuro que podía tener Hamilton de superar a Verstappen para que el holandés no le sacara ventaja ya desde el inicio mismo del gran premio.
Una maniobra que podría haber tenido una penalización más grave y dolorosa para el inglés, llegando incluso a excluirlo de la competencia con bandera negra, porque así lo habilita el reglamento, que expresa claramente que si un piloto realiza una maniobra de extrema peligrosidad, puede ser excluido de inmediato.
Los detractores de Hamilton seguramente estarán pensando que los comisarios deportivos fueron demasiados benevolentes y considerados con aplicar una tan leve penalización, mientras que los fanáticos del piloto inglés aducen que son carreras de autos, que el “hueco” para superar al holandés, estaba y que Hamilton aprovechó bien el momento, pero que Verstappen se cerró, provocando el roce.
Lo cierto es que, en lo previo, el holandés tenía todo para irse de Silverstone con una buena cosecha de puntos (ayer había ganado cómodamente la novedosa clasificación al sprint), cosecha que le hubiera permitido seguir liderando el campeonato del mundo con cierta comodidad. Pero se fue con las manos vacías y rumbo al hospital para realizarse los correspondientes chequeos médicos.
Para Hamilton, que festejó eufórica y apasionadamente su victoria, fue un día muy especial. Volvió a ganar luego de cinco carreras sin visitar el escalón más alto del podio, obtuvo la octava victoria en “su” gran premio y, además, se colocó a solamente siete puntos de Verstappen en el campeonato, cuando al iniciarse el gran premio la diferencia era de 33 unidades en favor del holandés.