Nelson Vicente – Contacto: [email protected]
La vigésimo tercera edición del Rally Legend de San Marino contó con la presencia de Nando Parrado, quien recibió la distinción de Speed Legend 2025.
Además, sumándolo al reconocimiento, Nando tuvo la oportunidad de conducir un Subaru Impreza.
Pero no fue cualquier Impreza, sino que se trató del Subaru con el que Colin McRae se coronó campeón mundial en 1995.
Así vivió Nando ese tan especial acontecimiento.
Así nos comentaba Nando esta magnífica experiencia.
“Este año fui invitado a participar en el Rally Legend de San Marino, Italia, posiblemente el evento de rally más importante del mundo, al que acuden alrededor de 120.000 personas para disfrutar de más de 150 autos espectaculares. Desde Audi Quattro, Subaru Impreza, Lancia, Toyota, Ford Escort, Škoda, Hyundai, Citroën y muchos otros, el evento se desarrolla durante tres días ininterrumpidos de actividad.
Tuve el privilegio de conducir el Subaru Impreza WRC de Colin McRae, con el que se coronó campeón mundial en 1995. Es un auto espectacular, asociado a un piloto icónico, reconocido por su estilo intrépido y agresivo, y por seguir fielmente su lema: “Cuando dudes, acelera a fondo”. Este enfoque, aunque espectacular, a menudo terminaba en accidentes, pero también en momentos inolvidables de habilidad al volante.
Colin McRae falleció en 2007 en un accidente de helicóptero cerca de su casa en Lanark, Escocia. Es recordado por su carisma, valentía y la emoción que brindó a los aficionados, consolidando su estatus como una leyenda del rally. Gracias al apoyo y recomendación de Gustavo Trelles, quien aseguró a los organizadores y a Alistair McRae, hermano de Colin, que “Nando Parrado puede manejar cualquier cosa”, pude sentarme en la butaca izquierda del Subaru, en lugar de ir de copiloto.
El Subaru de Colin McRae era un Impreza WRC con motor EJ20 2.0 turbo bóxer de 16 válvulas, capaz de producir alrededor de 350 CV y 470 Nm de torque. Contaba con tracción total 4WD, transmisión manual de cinco velocidades y suspensiones específicas para competición. Este auto corrió en el campeonato mundial de 1995 y permaneció en poder de Colin y su familia desde entonces. Hoy se encuentra exactamente igual que cuando Colin lo condujo por última vez; solo su padre, Jimmy, y su hermano Alistair lo han manejado desde entonces. Es un coche de carreras muy desarrollado, una auténtica máquina de competición indestructible. Pueden imaginar el gran honor y responsabilidad que sentí al subirme a él.
Siempre me acerco a los autos de carrera con cautela, casi con respeto, porque todos ellos tienen alma. El primer día, me acerqué a los boxes, (donde estaba todo el equipo Subaru), saludando discretamente a Alistair McRae y su equipo, tratando de no mostrar la emoción de saber que iba a conducir este icónico auto con brío, no despacio. Allí me di cuenta que los mecánicos me observaban de la misma manera que los peones de una estancia miran al forastero que llega al campo y pide montar un caballo. No hablaban entre ellos, pero se comunicaban con la mirada, evaluando a quien iba a conducir el auto de Colin.
Como veterano en estos temas, observé cómo Alistair subía al auto: primero los pies y luego el torso, pasando cuidadosamente por la jaula de protección. Si uno entra primero con el torso, no puede colocar las piernas sobre el tubo lateral de la jaula. Es como subirse a un caballo al revés. También sabía cómo manejar el cinturón de seguridad de seis puntos: los de las piernas hacia adelante, los laterales a los costados y los de pecho hacia atrás. Los mecánicos pudieron comprobar que, al menos, sabía moverme dentro de un auto de competición.
La butaca era estrecha y ajustada, pero me quedó bien, pues estaba calibrada para la altura de Alistair, que mide 1,85 m. Sentado en el auto, con el motor apagado, cerré los ojos, saboreando los últimos minutos antes de conducir y reflexionando sobre la conexión directa con esta formidable máquina.
Este auto no solo ganó carreras como Nueva Zelanda, el RAC Rally de Gran Bretaña y el Rally de Acropolis, sino que también lo había visto personalmente en el Rally de Argentina, donde los fanáticos deliraban ante la destreza de Colin.
Hoy, estaba sentado en la misma butaca, acariciando el mismo volante, tocando los mismos pedales y soñando con manejar la caja corta de cinco velocidades.
Al día siguiente, llegué a los boxes a las 9:30, ya que nuestra tanda de 10 Subarus rendiría homenaje a Colin en un circuito de 1.500 metros, con piso de asfalto, usando parte de un complejo industrial y de una calle lateral. Me senté en el auto, me abrocharon y mi acompañante sería el habitual copiloto de Alistair McRae. Aunque nunca había dado una vuelta al circuito, todos saben que, cuando un corredor se sube a un auto de carreras, la emoción es inevitable.
Se arranca moviendo una palanca del tablero de Off a On y presionando un botón rojo, sin acelerar. Nada más simple… pero ese borboteo de un motor de competición Subaru eriza los pelos de la nuca. El embrague no es muy suave, tanteé el freno (sin servofreno) y el acelerador es absolutamente directo. Una vez que el motor está caliente, aúlla con un sonido visceral… ¡y todavía no lo había movido!
Este Subaru WRC de rally tiene el tren trasero bloqueado, por lo que es difícil andar despacio, incluso al salir de los boxes. Pero todo lo que tengo guardado en el disco duro de conducción de autos de carrera me ayudó, y pude incorporarme al circuito entre la multitud. Delante de mí, dos Subarus similares, y atrás otros seis. Durante los primeros 400 metros, fui tanteando los frenos, que era lo que más me preocupaba.
Al llegar a la entrada del circuito, colocaron unos conos y nos enviaron al trazado.
Los dos Subarus de adelante arrancaron como en una largada de rally mundial y yo los seguí. La primera, segunda y tercera marcha las llevé al máximo, y luego vino una horquilla de primera. Tuve la suerte y la experiencia de mirar por los espejos, aunque era una situación nueva para mí: un Subaru a cada lado intentando pasarme. Los dejé avanzar y traté de seguirlos, pero poco a poco se me fueron alejando.
Fueron ocho vueltas en las que cada vez mejoraba en los frenajes y con la caja de cambios, hasta que en la mitad de la última vuelta, mi copiloto me gritó: “¡Slow!”. Se ve que me entusiasmé demasiado…
Lo bueno es que, al regresar a los boxes, todo el equipo Subaru me felicitó por traer el auto en perfecto estado, sin un solo toque y habiéndolo manejado rápido. Este es un auto hecho para correr, y se siente increíble al acelerar y frenar. Creo que, de su 100% de potencial, solo alcancé un 60-65%, pero el privilegio de estar allí y disfrutarlo es extraordinario.
Gracias a Subaru, gracias a Rally Legend y gracias a Gustavo Trelles, que se arriesgó asegurando que devolvería el auto intacto”.
