Nelson Vicente – Contacto: [email protected]
Si se realiza una encuesta entre los pilotos del Campeonato Mundial de Fórmula Uno con respecto a cuáles son sus mayores deseos e ilusiones, entre ellos están, lógicamente, el de obtener el título mundial y el de lograr la victoria en el gran premio de su país.
En la rica historia de la máxima categoría, han sido muchos los pilotos que lograron subirse al escalón más alto del podio frente a su público, pero, por más talento y condiciones que tuvieron, nunca pudieron coronarse campeones mundiales, a pesar de que no les faltaron aptitudes para lograrlo. Como también ha sucedido que algunos campeones del mundo no pudieron triunfar en el gran premio de su país.
Claro que la historia de la Fórmula Uno permite disponer de infinidad de situaciones con respecto a este tipo de conquistas.
Y una de las más destacadas, y, sin dudas, de las más completas, tuvo como protagonista a Giuseppe Nino Farina.
En la primera edición del certamen mundial de la Fórmula Uno moderna, el 3 de setiembre de 1950, el italiano se consagró campeón de una manera histórica: ganó el Gran Premio de Italia en Monza, logrando ese día la corona mundial y a bordo de un auto italiano: el Alfa Romeo. Fiesta completa para los tifosi.
Y la victoria lograda por el monegasco Charles Leclerc en el reciente Gran Premio de Mónaco tambien puede considerarse histórica, porque si bien (por distintos motivos), al día de hoy son varios los pilotos de Fórmula Uno que han fijado su residencia en Mónaco, el único monegasco auténtico de la actual grilla es el piloto de la Scuderia Ferrari.
Si hasta el mismísimo Príncipe Alberto dejó por un momento el clásico protocolo y, botella de Ferrari en mano, bañó de champagne a su compatriota y a quienes estaban en el podio.
Leclerc está cumpliendo una destacada gestión en esta temporada y todo apunta a que la Scuderia Ferrari continuará mejorando su performance, lo que en un futuro tal vez no muy lejano, le permitirá al mítico equipo de Maranello poder contar con un auto que le brinde a sus pilotos la posibilidad de pelear por la corona mundial.
Pero también hay que tener en cuenta que el Gran Premio de Mónaco comenzó a disputarse en el año 1929 y desde 1950 integró el calendario mundialista.
En esa pintoresca e histórica etapa previa a la creación del mundial, otro monegasco se adjudicó “su” gran premio: Louis Chiron ganó en 1931 con una Bugatti.