Nelson Vicente
Si al iniciarse la temporada 2021 de la Fórmula Uno alguien hubiera anticipado la enorme aspereza y la brutal rivalidad que se está desarrollando entre Lewis Hamilton y Max Verstappen, seguramente habría sido tildado de alarmista.
Pero a lo largo del desarrollo del campeonato los ánimos se han ido caldeando notoriamente y las duras y peligrosas incidencias protagonizadas por los dos principales animadores del certamen están llegando a límites insospechados, o, mejor dicho, ya están atravesando todos los límites normales y están llevando a extremos impensados e impropios del automovilismo normal, por más que a muchos, este tipo de situaciones, que poco tienen que ver con el auténtico espíritu deportivo, les agraden más que una buena maniobra en carrera.
Lo acontecido el domingo pasado en Monza pudo tener consecuencias fatales, de no haber sido por la fortaleza del halo del auto de Hamilton, que soportó perfectamente la exigencia, cuando el auto de Verstappen le pasó por arriba. Igualmente, la acción de Hamilton en Silverstone, en la que salió perjudicado el holandés, que terminó en el hospital, también pudo haber tenido consecuencias mucho más graves de la de un simple susto y algunos golpes y dolores menores.
Ambos pilotos, y sus respectivos equipos, se han internado en una escalada que parece no tener fin, con continuas provocaciones, amenazas, denuncias y acusaciones que no hacen más que agravar la situación.
El automovilismo es un deporte de alto riesgo y de eso no hay ninguna duda, por eso no es necesario agregarle más riesgos, por lo que las autoridades deben tomar drásticas medidas de inmediato, antes que sea tarde.
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