El cierre del Campeonato Mundial de Fórmula Uno encuentra al equipo Ferrari en el peor de los escenarios por motivo de la cada vez más despiadada lucha que se está desarrollando en el seno del equipo entre sus dos pilotos, Sebastian Vettel y Charles Leclerc.
El último capítulo fue el domingo pasado en el autódromo de Interlagos, en San Pablo, cuando a poco del final del Gran Premio de Brasil, Vettel y Leclerc iban pugnando por la cuarta posición, cuando ambos autos se tocaron, sufriendo daños que provocaron el abandono de los dos pilotos, dejando al equipo Ferrari con las manos vacías.
A medida que se ha ido desarrollando la temporada, cada vez ha ido cobrando mayor relevancia la queja de Vettel, cuando al final del año pasado se enteró que la escudería iba a sustituir a Kimi Raikkonen por el joven piloto monegasco.
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El alemán no le erró en su pronóstico, porque en la fecha inaugural del campeonato, apenas iniciada la carrera se produjo un leve roce entre ambos, que pudo tener serias consecuencias. Ese fue el comienzo de una larga serie de desavenencias entre Vettel y Leclerc, las cuales han perjudicado su accionar a lo largo del año, complicando también la gestión del equipo de Maranello.
Claro que este tema de los problemas internos de los equipos por causa de las desavenencias entre los pilotos, no es nada nuevo. Ya en el inicio de la Fórmula Uno había desencuentros entre compañeros de equipo.
Desde la lejana época de Farina y Ascari en Ferrari en la década de los ‘50, pasando al inicio de los ‘80 con Reutemann y Jones en Williams, siguiendo con Pironi y Villeneuve en Ferrari y con Mansell y Piquet en Williams, para llegar al súper duelo de Senna y Prost en McLaren. Y más recientemente, Mercedes sufrió los problemas entre Hamilton y Rosberg. La antigua frase que expresa que el principal rival es el propio compañero de equipo, sigue más vigente que nunca.