En un muy interesante artículo publicado por el sitio web del Campeonato Mundial de Rally, wrc.com, se ha realizado la presentación del fotógrafo que en el año 1993 logró captar en Kenya una de las imágenes más clásicas y emblemáticas de toda la historia del rally mundial, un Toyota volando con la imponente imagen del Kilimanjaro detrás.
Una foto que ha recorrido el mundo a lo largo de estas casi tres décadas, y que, tal como lo expresa su autor, Reinhard Klein, le ha dado mucha difusión al Safari Rally de Kenya, pero también a la propia actividad deportiva en sí misma.
Es una foto que tiene una historia muy especial y atractiva, y que, al contrario de lo que mucha gente pensaba, que había sido tomada en plena carrera, fue realizada en unos ensayos particulares del equipo Toyota Europa, previos a la competencia. El piloto del Toyota Celica GT-Four ST185 fue el local Ian Duncan.
Así rememoraba Reinhard Klein, (quien concurrió al Rally de Kenya desde 1978 hasta 2002), lo acontecido en aquella ocasión, comenzando por la ubicación, que fue en una carretera llamada Pipeline Road, la que era sumamente recta y llegaba desde el Kilimanjaro hasta la carretera principal de Mombasa.
En aquella época, el equipo Toyota aprovechaba las pruebas previas a un rally, para realizar fotografías y filmar, con la intención de contar con material fresco para entregarle a la prensa durante la competencia, preparándolo con antelación.
El sitio elegido para la icónica fotografía estaba ubicado al saltar una cuesta, contando con la presencia de los 5.900 metros de altura del Kilimanajaro y sus nieves eternas como impresionante telón de fondo en Tanzania, al otro lado de la frontera.
Atrás de la belleza y elegancia de la imagen, y del impacto que provocó a nivel mundial, hay una historia muy particular, tal como lo narra Klein.
“Normalmente, la montaña sólo es visible a primera hora de la mañana, entre las 06.30 y las 08.30. Por lo general, está despejado, pero en Semana Santa, en abril, la temporada de lluvias está llegando lentamente y hay bastantes nubes, por lo que se cubre bastante temprano por la mañana. Hay que estar en el lugar temprano. Por eso llegamos la víspera y nos alojamos cerca de la montaña, cerca del Parque Nacional de Ambroseli”, cuenta, prosiguiendo con su relato: “Durante el rally, que se disputaba con la ruta abierta, la cuesta no se podía tomar a fondo, porque los pilotos no podían ver si alguien venía al otro lado, por lo que, básicamente, cerramos la carretera por la mañana. Si venía alguien, podíamos pararlo haciéndole señas con la mano”.
Luego continuó rememorando: “Lo complicado fue conseguir a los Massai para que se pusieran al lado de la carretera. Por supuesto, querían cobrar un poco, pero el problema era que se asustaban cuando el auto venía a toda velocidad. Normalmente están acostumbrados a que los vehículos circulen a 50 km/h y este iba a 170 km/h, así que cuando el coche se acercó, ¡salieron corriendo! Les dijimos que aún no habíamos hecho la foto porque se habían escapado, pero nos dijeron que sólo habíamos pagado por una foto. Entonces tuvimos que negociar de nuevo. Tuvimos que hacer varias fotos y pagarles cada vez. Tuvieron que acostumbrarse a la velocidad, situarse en el lugar adecuado y no huir. Nos costó varios intentos, pero finalmente lo conseguimos. Los Maasai se acostumbraron a la velocidad, se quedaron en el sitio indicado, sabían que estaban a salvo, el coche saltó correctamente y el Kilimanjaro lució un sol brillante”, terminó comentando entusiasmado Klein.
Para finalizar su recuerdo de ese inolvidable momento, el autor dijo: “Fueron unas imágenes increíbles que se utilizaron en todo el mundo, y todavía lo son. Es una de mis fotografías favoritas”.
Fotos: McKlein Photography.