El St. Helena recibió en Punta del Este a la prensa de Extreme E


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El St. Helena recibió en Punta del Este a la prensa de Extreme E

Nelson Vicente – Contacto: [email protected]

El St. Helena fondeado frente a Punta del Este. Foto: Ricardo Figueredo.

Accediendo a la gentil invitación realizada por Diego Bustos, de Bemassmedia, anoche un grupo de periodistas tuvimos el placer de conocer en detalle al St. Helena, el barco “oficial” de Extreme E, que es el centro logístico de la categoría y que está fondeado frente a Punta del Este, culminando el evento con una muy agradable cena.

Se trata de una embarcación que tiene una muy especial historia, porque originalmente fue un buque del correo británico, que era utilizado para realizar la travesía entre Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, y la isla Santa Elena, (famosa por haber sido la cárcel en la que Napoleón Bonaparte pasó los últimos años de su vida), siendo prácticamente, el único medio de comunicación que tenían los isleños con el mundo exterior, dada la remota ubicación de la isla, ubicada a más de 1.800 kilómetros de la costa de Angola. Su travesía también incluía, en algunas oportunidades, escalas en las islas Ascensión y Tristán de Acuña.

El navío en su versión original. Foto: St. Helena Shipping

El RMS St. Helena fue construido en 1989 en Aberdeen, Escocia y originalmente era un barco de casi siete mil toneladas brutas, con una eslora de 105 metros, 19 de manga y seis de calado. Podía llevar 128 pasajeros y una carga de 1.800 toneladas, contando con una tripulación de 56 personas.

Este buque entró en funciones en 1990 y su último viaje a la isla lo realizó en el año 2018, despidiéndose de esa manera de su labor original. Posteriormente, durante algunos meses, estuvo operando en el Golfo Pérsico, hasta que, finalmente, fue adquirido por la organización de Extreme E.

En principio, la categoría de los todoterreno eléctricos tenía previsto alquilar un navío para realizar los viajes llevando a funcionarios, autos, equipos y demás elementos de infraestructura y logística necesarios para la competición, pero luego de decidió adquirir un buque.

El St. Helena se destaca en el horizonte puntaesteño. Foto: Ricardo Figueredo.

La elección no fue fácil, teniendo en cuenta las muy especiales características de la función que debería cumplir el navío.

Las opciones presentadas incluían barcos con buenas instalaciones para pasajeros, pero con poca capacidad de carga, o, al revés, con importante capacidad de carga, pero con pocas comodidades para el transporte de personas.

El día de la botadura del “nuevo” St. Helena.

Fue así que surgió la posibilidad de adquirir al St. Helena, que había sido desafectado de sus funciones y que durante dos años fue sometido a intensos trabajos de remodelación, en el astillero británico de Cammell Laird, con la inversión de varios millones de euros, realizándose una completa revisión mecánica, adaptándolo a los nuevos requerimientos, con la finalidad de que sus travesías dejen la menor huella posible en mares y océanos.

Entre las tareas desarrolladas para actualizar al navío se puso especial énfasis en tratar de dejar la menor huella ambiental, reduciendo emisiones contaminantes y reutilizándose materiales en lugar de desguazar. También se incorporaron los más adelantados sistemas de recuperación de energía y reciclaje de diversos tipos de materiales, reforzando de esa manera su amplio carácter ecológico.

El interior se remodeló completamente, otorgándole un aspecto muy moderno, confortable y atractivo. El buque utiliza iluminación LED de bajo consumo, dispone de sillas fabricadas con botellas de plástico recicladas que fueron recogidas del Mar Mediterráneo, contando con accesorios de baño de bajo consumo de agua y energía, destacándose el sistema hidropónico que permite diversos cultivos de verduras y vegetales.

En el sitio en el que se ubicaba originalmente la piscina, ahora hay un laboratorio científico, el cual es utilizado por los científicos que viajan en el St. Helena, realizando diversos tipos de exámenes y labores de estudio centrándose en diferentes áreas de investigación del clima y, muy especialmente, de la vida oceánica.

Actualmente, el St. Helena cuenta con 62 camarotes en los que pueden alojarse 175 personas, dos amplios salones, una zona de presentación de 80 lugares, un muy coqueto restaurante (en el que fuimos atendidos espléndidamente) con una capacidad de 80 comensales y una cubierta exterior con 100 plazas.

Su capacidad de carga le permite transportar 90 contenedores de 20 pies.

La tripulación, que cuenta con integrantes de varios países, entre ellos varios latinoamericanos, es de 50 personas.

Diego Bustos fue el anfitrión de los periodistas. Foto: Ricardo Figueredo.

En su última travesía antes de llegar a Uruguay, el St. Helena pasó por el estrecho de Magallanes, algo que permanece muy vívido en el recuerdo de los tripulantes por los estupendos paisajes que pudieron disfrutar, como así también por las muy especiales condiciones de navegación que debieron sortear.

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