En el mes de noviembre de 2018 Carlos Ghosn, quien en esa época era el presidente de la Alianza Renault-Nissan-Mitsubishi fue detenido en Japón, acusado de un supuesto fraude fiscal y también por utilizar ilícitamente activos corporativos con fines personales. El poderoso empresario, uno de los más influyentes de los últimos años a nivel de la industria automotriz global, desarrolló una exitosa campaña al frente de Renault y Nissan, propiciando la alianza entre ambas empresas hace casi dos décadas, sumando más recientemente a la compañía japonesa Mitsubishi. El escándalo provocó la renuncia de Ghosn a algunos de sus cargos, mientras que en otros fue directamente cesado por las empresas.
Ghosn, nacido en Brasil, que también tiene nacionalidad francesa y libanesa, estaba bajo arresto domiciliario en su residencia en Japón, hasta que, en los últimos días del mes pasado, fruto de una fuga de neto carácter cinematográfico, apareció dando declaraciones en Líbano.
De acuerdo a algunas versiones, según lo declarado por el ex empresario, la fuga (ideada por su actual esposa, Carole), se concretó utilizando una caja de transporte de instrumentos musicales.
Con motivo de las fiestas de fin de año, un grupo musical llegó a la residencia en la que Ghosn cumplía el arresto domiciliario para dar un concierto. Ghosn (que mide menos de 1.70 metros de altura), se introdujo en una caja especialmente acondicionada, en la que fue trasladado hasta el aeropuerto de Osaka, tomando un vuelo chárter hasta Estambul, desde donde continuó su viaje hasta Líbano.
En sus declaraciones a la prensa, el ex empresario de origen brasileño expresó que no ha huido de la justicia, sino que ha escapado de la injusticia y de la persecución política que, según él, sufría en Japón, agregando que ahora que está en Líbano, ya no será un rehén de un sistema de justicia japonés manipulado.
Según parece, la justicia japonesa recién se enteró de la fuga de Ghosn cuando surgieron los primeros informes de la prensa internacional.
Fotos: AFP
