Hoy se cumplen 18 años del fatídico sábado 11 de setiembre de 1999, cuando se produjo la desaparición física de Gonzalo “Gonchi” Rodríguez, en un absurdo e insólito accidente ocurrido en la curva “del tirabuzón” del circuito californiano de Laguna Seca, cuando el piloto uruguayo estaba clasificando para la competencia de la categoría norteamericana CART, actualmente conocida como IndyCar.
El auto tuvo un desperfecto, siguió acelerado a fondo, golpeó las protecciones (que en realidad sirvieron como rampa), pegó un salto al vacío, y su vehículo cayó invertido 10 metros más abajo. Así fue el final. Un final increíble e inesperado.
“Gonchi” había nacido para el automovilismo, heredando los genes de su padre, el “Gallego” Jorge Rodríguez, piloto de pista y de rally.
Desde muy pequeño, “Gonchi” mostró sus habilidades conductivas, en moto y en auto. A los 14 años comenzó a correr en karting, destacándose rápidamente, logrando innumerables éxitos. En el mundial disputado en Valence, Francia, en 1989 estableció el récord de vuelta. También se destacó en dos campeonatos sudamericanos.
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Luego pasó a la Fórmula 4, donde fue vice campeón, consagrándose campeón de la Fórmula Ge.Mo. en 1989. También compitió en la Fórmula 3 Sudamericana. En 1992 pegó el salto a Europa, compitiendo en la Fórmula Ford de España.
Escaso de fondos económicos, realizaba diversas tareas para el equipo con la finalidad de ganar dinero y también conducía autos de la organización del Rally de España con la misma finalidad. Su trayectoria continuó en la Fórmula Renault española y luego pasó a Inglaterra, siguiendo su camino en la Fórmula 3 británica y posteriormente en la Fórmula 2.
En 1998 se incorporó al equipo belga Astromega, compitiendo en la Fórmula 3000, el escalón previo a la Fórmula Uno en aquella época.
Las penurias económicas que sufría, los sacrificios que tenía que realizar para poder seguir intentando cumplir sus sueños, fueron blindando su espíritu y reforzando su esfuerzo y sus ansias de llegar a lo más alto del automovilismo internacional. Ese sacrificio que lo llevó a dormir en el sofá del camionero del equipo porque no había dinero para pagar hotel o alquilar una habitación, con los gastos restringidos al mínimo indispensable. Y muchas veces sin poder llegar al mínimo.
A nivel internacional logró varias victorias, pero sin dudas que la más trascendente fue la lograda el 15 de mayo de 1999 al ganar el Gran Premio de Mónaco de Fórmula 3000. La muerte lo esperaba emboscada en el circuito de Laguna Seca, cuando todo parecía aclararse en su futuro y estaba a punto de incorporarse a la categoría CART en el año 2000.
Allí, en California, quedaron sus esperanzas, sus ilusiones, su indomable carácter y su espíritu puesto a prueba en mil batallas. Allí quedó cerrada definitivamente su posibilidad de llegar a lo más alto del automovilismo.
Pero allí también comenzó a ganar la carrera más importante, superando al olvido. Esa carrera que solamente pueden ganar los elegidos, los auténticos ídolos, los que permanecen eternamente en el recuerdo.
Y allí mismo comenzó su legado. Ese legado que hoy se refleja en las acciones de la Fundación que lleva su nombre. Ese legado que hoy impulsa a decenas de jóvenes y niños que persiguen un objetivo y que jamás tienen que darse por vencidos ni bajar los brazos.
Porque gracias al legado de “Gonchi” continúan transitando su camino en busca de lograr sus objetivos, con humildad, con coraje, con esfuerzo y sacrificio, en definitiva, siguiendo sus sueños.