Una carrera de leyenda, las 500 Millas de Indianápolis


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Una carrera de leyenda, las 500 Millas de Indianápolis
Es espectacular el desarrollo de la mítica competencia. Foto: AFP.

En el ámbito del automovilismo deportivo mundial hay competencias que bien pueden considerarse, por diversos factores, como icónicas y emblemáticas.

Tal es el caso, a modo de ejemplo, de las 500 Millas de Indianápolis, el Gran Premio de Mónaco de Fórmula Uno y las 24 Horas de Le Mans, las que, no por casualidad, integran la llamada “Triple Corona” del automovilismo mundial.

La primera edición de las 500 Millas se disputó en el año 1911 y ya desde el inicio mismo de su historia estuvo hermanada con la polémica, tal como quedó de manifiesto al haberse oficializado el resultado final recién al día siguiente a la disputa de la carrera, debido a problemas con la medición de tiempos y a un accidente ocurrido en las últimas vueltas de la competencia, el que entorpeció el normal tránsito de los competidores en el mítico óvalo.

Ralph Mulford fue el piloto que cruzó la línea de meta en el primer lugar, pero, finalmente, la victoria le fue otorgada al otro día a Ray Harroun.

Así comenzó a desarrollarse la historia de esta carrera que con el paso de los años y ediciones fue creciendo en atracción y popularidad, hasta transformarse en una de las más populares del automovilismo mundial.

De la pista original que tenía superficie de ladrillo, solo queda una franja de una yarda, que es la línea de llegada. A modo de festejo, el ganador de cada edición besa los ladrillos.

A lo largo de sus 106 ediciones han sido varios los acontecimientos e incidencias que han ido tejiendo la grandeza de su historia, los que, lógicamente, en estas pocas líneas, es imposible detallar.

A partir de la segunda edición se reguló el número de participantes, tomando en cuenta la longitud del óvalo y la distancia de seguridad entre los pilotos, la que se estimó en 121,92 metros, por lo que en 1912 tomaron parte 30 autos, pasando en 1915 a 33 participantes, cifra que es la que se sigue utilizando en la actualidad.

En algunas ediciones hubo 40 competidores, con un máximo de 42 en el año 1933 y en forma excepcional, en 1979 y 1997 fueron 35 los autorizados a competir.

El primer piloto extranjero que ganó las 500 Millas fue el francés Jules Goux, que triunfó en la edición de 1913 con un Peugeot.

A partir de 1960 la carrera fue creciendo en atracción para los pilotos internacionales y de esa manera llegaron a disputarla, y ganarla, ases de la talla de Jim Clark, Graham Hill, Emerson Fittipaldi, Nigel Mansell y Juan Pablo Montoya, entre otros.

Hélio Castroneves celebra su cuarta victoria en Indianápolis con la clásica botella de leche.

La ceremonia del festejo con la botella de leche

El célebre festejo con la botella de leche surgió en 1928 por cuenta del estadounidense Louis Meyer, quien, por recomendación de su madre, bebía un vaso de leche luego de cada carrera. Al ganar en 1933 y 1936, el piloto repitió su festejo tomando leche directamente de una botella, lo que terminó transformándose en un clásico, el que luego comenzó a ser patrocinado por una corporación láctea.

En 1993 Emerson Fittipaldi cortó la tradición festejando con jugo de naranja, porque él tenía negocios en la industria cítrica brasileña. Ese hecho le valió el abucheo de los miles de aficionados, por lo que luego tuvo que tomar leche, cumpliendo con el ritual.

Por otra parte, la primera mujer que corrió las 500 Millas fue Janet Guthrie, que participó en 1977 y 1979, mientras que Danica Patrick fue la primera (y única hasta el momento), que subió al podio, al terminar tercero en la edición del año 2006.

A poco de comenzar a disputarse, cuando apenas se habían desarrollado las primeras ediciones, la célebre competencia de las 500 Millas de Indianápolis había comenzado a adquirir gran jerarquía y difusión, factores que la fueron transformando en un ícono del automovilismo mundial.

Y como tal, marcando su realce, también comenzaron a rondarla los grandes premios y las importantes recompensas económicas que iban recibiendo, no solamente los ganadores de cada edición, sino también la mayor parte de los participantes.

Por eso es que además de la gloria de ganar la competencia, también se destaca la recompensa en efectivo.

Marcus Ericsson, ganador de la edición de 2022 posa junto al legendario trofeo Borg-Warner, en el que están en bajorrelieve las imágenes de todos los ganadores. Foto: IndyCar Media.

Ahora se comenta que la carrera disputada el domingo pasado fue la que ha repartido la mayor cantidad de dinero en toda la historia de las 500 Millas, alcanzando la cifra de 16,1 millones de dólares.

Sí, así, tal cual como puede leerlo estimado lector, en esta edición, que fue la número 106 de la emblemática carrera, se repartió esa multimillonaria cifra de dólares.

El ganador, Marcus Ericsson, del equipo Chip Ganassi Racing se adjudicó algo así como 3,1 millones de dólares, mientras que su escolta, Pato O’Ward, se embolsó cerca de un millón.

O sea que, además de quedar inmortalizado en el Trofeo Borg-Warner, festejar con la botella de leche y darle un beso a la fila de ladrillos de la línea de llegada, el triunfador también recibe una suculenta recompensa.

Fue parte del Campeonato Mundial de Fórmula Uno

Aunque muchos aficionados no lo sepan y para otros pueda llegar a ser una absoluta sorpresa, desde la primera edición del Campeonato Mundial de Fórmula Uno, disputada en el año 1950, las 500 Millas de Indianápolis formaron parte del calendario mundialista, pero fue más que nada algo que bien puede tomarse como simbólico, porque ni los pilotos ni los grandes equipos de la primera década de la máxima categoría mundial llegaron a mostrar gran interés por tomar parte de la emblemática carrera en aquellos años.

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